Mercedes González Minguillón
Estudié Magisterio en Madrid y en mis primeros años como maestra sentí que las aulas se me quedaban pequeñas. Continué mis estudios con Educación Social conocí realidades infantiles, familiares y culturales muy complejas. Durante varios años trabajé en Justicia Juvenil y Servicios Sociales con menores en riesgo de exclusión social.
Poco después las ganas de trabajar en equipo me llevaron a fundar, junto a tres educadores más, una Cooperativa de Iniciativa Social sin ánimo de lucro dedicada a diseñar y gestionar recursos educativos y formación, era CREA sccl. Durante seis años de trabajamos formando y asesorando maestras, pedagogas, educadores sociales y monitores de tiempo libre que trabajaban en los barrios con diferentes programas socioeducativos y asistenciales. En este tiempo diseñamos, pusimos en marcha y gestionamos seis Ludotecas Infantiles, Grupos de Psicomotricidad para familias, y Programas de Formación en Resolución de Conflictos y Habilidades Sociales entre otros.
Sentí que me había desconectado de mi deseo de atención directa y relación de ayuda, y decidí volver a “primera línea de fuego”. Trabajé como educadora en un Centro de Acogida de bebés tutelados de cero a tres años. Fue una experiencia humana, personal y profesional que ha marcado mi vida. Ser mujer y no ser madre despertó mi sensibilidad hacia los bebés y sus necesidades, y a la vez me permitió una distancia afectiva que me facilitaba el trabajo de observación y reflexión. Leí a Emmi Pikler y sus experiencias con el movimiento libre, los cuidados de bebés y las relaciones vinculantes con las cuidadoras.
Diseñé dos aulas para el trabajo psicomotriz y educativo, y durante seis años aprendí a (auto)observar en un feedback continuo de dentro afuera. Pude mirar con detenimiento, ver y diferenciar qué necesitaba cada bebé en particular, pero además encontré algunas claves comunes: la relación vinculante (primero con el adulto de referencia y después con los iguales), un entorno apacible con retos y sin peligros, y materiales de juego naturales (no juguetes) con los que deplegarse en todas sus dimensiones. Entendí la relatividad del tiempo y el espacio en sus mundos ¡!
Comprendí que esta experiencia podía ser compartida y cree mi propio proyecto ya como autónoma, AmaTerraCrianza. Era un programa de atención temprana para familias (adulto y bebé) en el que trabajábamos desde la mirada psicomotriz con la premisa básica de que adultos y bebés estuviéramos en el suelo, “La Mantita” para favorecer así el despliegue psicomotriz y la mirada respetuosa.
Continué formándome como Antropóloga Social especializada en Mediación, y empecé a viajar. Observé y fotografié lo que veía de otras infancias Nicaragua, Nepal, Quebec y posteriormente Rumanía, Perú. La fotografía ha estado presente en mi vida desde muy joven, de hecho, fue mi padre quien me inculcó la curiosidad al instalar un pequeño laboratorio de revelado B/N en casa. Más adelante supe que la fotografía y el video eran herramientas de observación y análisis. En el visionado de fotos y videos, descubría detalles que en el momento de fotografiar o filmar no había visto. Leí a Margareth Maed y me apasionó su trabajo sobre la educación y las relaciones familiares; y me interesé por Jean Liedloff y su teoría del Continuum. Ambas pioneras de la observación del comportamiento social y educativo.
Con la profundización en esta mirada detallada diseñé años después, mi forma de observación y vi que incluía tres miradas fundamentales:la mirada introspectiva (autoindagación), la mirada a hacia las relaciones y el conflicto (interpersonalidad) y la mirada hacia el entorno y los ambientes (contextualización). Empecé a diseñar formación para docentes y equipos educativos, grupos de facilitación para familias, y acompañamiento personal. En realidad, trabajaba desde la investigación-acción ya que al observar lo vivido podíamos identificar las acciones, las actitudes, el lenguaje, las interacciones, el proceso de los conflictos y su resolución, el ambiente o la organización de los espacios. Sobre ello podíamos analizar y reorientar para mejorar. Esta forma nos permitía ver las imágenes tantas veces como fuera necesario y reflexionar sobre ellas, para después volver a filmar y volver a revisar los detalles.
Consolidé entonces mi propio proyecto como facilitadora, orientadora pedagógica y formadora. “Educar La Mirada” nace de todas estas experiencias vitales y profesionales, y aúna tres de mis pasiones: la antropología y su mirada holística, la fotografía en todas sus dimensiones y la relación de ayuda.
Hoy, mi motivación profunda como persona y como profesional es generar, participar y acompañar procesos de cambio y de maduración en la mirada de las personas. Los cursos y talleres para profesionales, el acompañamiento a las familias, la facilitación de grupos, y las consultas particulares son procesos de aprendizaje mutuo hacía una nueva forma de mirar y de vivir. Partimos de la experiencia propia y nos transformamos al vivir un proceso profundo de observación, reflexión y expresión. Sigo disfrutando de mi trabajo con curiosidad.
¡¡ Gracias por acompañarme!!